Ante el miedo, hacia la libertad

 

“Dando pasos ante el miedo,

dando pasos hacia la libertad”

Hoy voy a hablarte sobre el miedo, esa emoción que todos conocemos bien y que en determinados momentos nos repliega sobre nosotros mismos, tragándose toda pizca de razonamiento.  El miedo, ese fiel aliado de situaciones difíciles y que en otras nos hace volar doblados, encorvados, hacia un futuro amargamente imaginado e incierto.

Tengo miedo, sí, a veces, como tú, como todos. De hecho sentir miedo a veces es lo mejor que puede suceder cuando lo mejor es sobrevivir, cuando lo mejor es estar al acecho para reaccionar y salir airoso de una situación difícil. El miedo a veces es necesario.

Una vida sin miedo no existe, igual que no hay día sin sol ni noche sin luna. Una vida sin miedo sería peligrosa e irresponsable, nos llevaría a jugarnos la vida por nada, para nada. El miedo existe porque tiene que existir, igual que existe la alegría o cualquier otra emoción que sintamos bajo y sobre nuestra piel.

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La imaginación nos hace libres cuando nos proporciona alas y nos hace prisioneros cuando nos ata los pies y las manos a unas esposas. Porque el miedo imaginado es tan fuerte como aquel que sentimos como consecuencia a una situación en la que realmente nos amenazan, nos dañan o estamos indefensos.

El miedo se adueña de nuestra imaginación cuando una situación dolorosa vivida ya pasó y no somos capaces de despegarla de nuestra respiración y de nuestro cuerpo, se cuela en nuestros silencios y en nuestros recuerdos, alimentando el miedo de miedo nuevo. Nuestras palabras internas van del pasado al futuro, sin parar en un lugar llamado presente.

El miedo también se adueña de nuestra imaginación cuando el único lugar donde existe es en un mar de posibilidades infinitas futuras, que inventa nuestro cerebro. Más allá de lo vivido nuestro miedo proyecta lo temido, lo que tememos que pasará como algo doloroso e inevitable. Nuestros ojos ciegos al ahora, tratan de esconderse de lo que no existe más que en nuestra cabeza.

Otra forma en la que el miedo se adueña de nuestra imaginación es cuando vivimos el hoy desde la trinchera, viviendo cada minuto como el reflejo de una guerra en la que mi enemigo está dentro de mí, en mi cuerpo, en mis pensamientos, o ahí fuera.

El miedo se esconde en el pasado, en el presente y en el futuro. El miedo cuando crece y está demasiado grande no nos deja ni tiempo para sentir lo que sucede realmente, ni permite una reflexión para callarlo. Habla acelerando la frecuencia respiratoria y cardíaca, aumentando la sudoración, provocando pensamientos rápidos, automáticos, recurrentes y obsesivos sobre lo que nos asusta, habla a través de la ansiedad, la angustia o el pánico, habla para que nos escondamos, para que huyamos… y ahí está lo paradójico, siempre para protegernos y cuidarnos.

El miedo forma parte de los mecanismos innatos de defensa, aparece con frecuencia como una alarma y se marcha rápido tras comprobar que no existe peligro. El miedo percibido e imaginado es el que deja de ser útil para convertirse en sufrimiento, aquel que es mantenido por el flujo de nuestros propios pensamientos.

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¿Qué hacer con el miedo que se hace grande en nuestra imaginación?

  • Pon el foco en tu presente: Trata de observar qué es realmente lo que está sucediendo ahora.
  • Distingue entre hechos e interpretaciones: Separa los hechos (lo que realmente está ocurriendo) de las interpretaciones (lo que pienso sobre ello). Trata de entender que tus palabras internas no reflejan la realidad que está sucediendo, reflejan tus temores y experiencias vividas.
  • Cuestiona tus pensamientos: Pon un interrogante a tus palabras internas, no las des por buenas sólo por pensarlas. ¿Qué hay de cierto en ellas?, ¿para qué te están sirviendo?, ¿te ayudan o te limitan?…
  • Confía en tu capacidad: El miedo es una emoción que puedes aprender a manejar.
  • Calma tu ansiedad: Los ejercicios de relajación y de mindfulness pueden serte de ayuda.
  • Practica deporte: Es el mejor ansiolítico natural que existe, mejora el ánimo y disminuye los niveles de ansiedad.
  • Da pasos hacia delante: Trata de afrontar poco a poco y progresivamente aquello que temes, paso a paso, no permitas que limite tu vida.
  • Recupera o incorpora hobbys: Realizar actividades placenteras y gratificantes son por sí mismas, una fuente de protección de nuestra salud psicológica.
  • Céntrate en lo positivo: Haz un registro en el que anotes tus avances, incluso los mínimos, y todos aquellos aspectos positivos de tu día a día.

En ocasiones, cuando tu miedo es tan elevado que paraliza o limita tu vida de manera significativa y/o genera un malestar intenso y doloroso, es conveniente entender la necesidad de recibir ayuda psicológica  para lidiar con él y poder resolverlo.

Y recuerda cuando te sientas asustado, “todo lo bueno comienza con un poco de miedo” (anónimo).

 

Un saludo y buen camino,

Almudena Lobato.

 

 

Fotografía: Pixabay.com

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