¿Y si me caigo?

Por Almudena Lobato.

“Hay libertad esperando por ti en las brisas del cielo,

tú preguntas “¿y si me caigo?”,

pero, oh cariño,

¿y si vuelas?”

Erin Hanson

photo © Richard Calmes - y si te caes - personas en positivo

La realidad es aquello que piensas sobre ella, es la historia que escribes sobre lo que te sucede, sobre lo que te ha sucedido y sobre lo que te sucederá. No hay nada más real que aquello que existe en tu cabeza, no hay nada más cierto que aquello que dibujan tus palabras en tu cerebro. Tu mapa es tuyo, te mueves como si todo fuese tal y como está escrito en él. Pero hay tantos mapas como personas, hay tantos mapas como momentos vives en tu vida. ¿Qué mapa es real?, ¿qué mapa escoger?.  

El mapa que vale es el que a ti te vale.

¿Te vale para qué?… quizás te preguntes. El mapa que vale es aquel que te vale para estar donde estás. ¿Quieres un mapa para esconderte?. Lo tendrás. ¿Quieres un mapa para quedarte dónde estás?. Lo encontrarás. ¿Quieres un mapa para avanzar?. Mira bien entre tus dedos, también ahí está. ¿Quieres un mapa para culpar a otro?. Sí, lo adivinaste, también está en la misma caja. Tienes un mapa, el que te vale. Un mapa lleno de palabras, aquellas que te dices  constantemente. Palabras sobre qué es lo que deberías hacer, palabras sobre aquello que sientes, y si deberías sentirlo o no, palabras sobre aquello qué querrías hacer, palabras sobre aquello que nunca hiciste, palabras que te traen recuerdos, unos para saborear y otros para olvidar, palabras que se pierden entre sueños, palabras que se topan con la realidad y se convierten en silencios, palabras que te arañan, palabras que te duelen, palabras que te elevan hasta el cielo y palabras que te tiran al suelo… palabras… Palabras que escriben y dan forma a tu mapa, palabras que escriben tu vida como si de un libro se tratara. Tus palabras escriben historias, tus palabras marcan tu mapa. Tus palabras construyen tus pensamientos, tus pensamientos inventan tu realidad. Nuestro cerebro es una gran máquina de hablar, donde sus neuronas hablan constantemente unas con otras; unas hablan mucho, otras hablan poco y las hay que no hablan casi nada. Cada conversación sigue un camino neuronal, muchas conversaciones parecidas recorren una y otra vez el mismo camino. Es importante que sepas que un camino por el que andas muy a menudo es un camino que se hará más fuerte y terminará callando otras palabras, dejándolas casi sin voz. Llegará un momento en el que de tanto transitarlo dejarás de pensar si te sirve o no, se convertirá en tu forma automática de hablar, de pensar y de actuar.  

Aquello que piensas mucho, te convertirá en aquello que eres.

¿Te has parado a reflexionar sobre las palabras qué usas habitualmente cuando hablas contigo?. Una pequeña historia.

Cuentan que un viejo Cherokee le contaba a su joven nieto que dentro de cada persona hay dos lobos. Uno está lleno de miedo, de arrogancia, de envidia, de inferioridad, de culpabilidad, de ego… y el otro lleno de alegría, de humildad, de bondad, de paz, de generosidad… Dicen que el nieto tras meditar aquello que le contaba su abuelo, le preguntó con curiosidad y desconcierto, “Abuelo, ¿qué lobo gana?”, pregunta a la que su viejo abuelo Cherokee contestó “Amado nieto, siempre gana el lobo al que tú alimentas”. Tus palabras forman parte del alimento de tu cerebro. Si con tus palabras formas frases negativas, que cuentan historias negativas (todo me sale mal; nadie me quiere; no soy lo suficiente bueno; soy un perdedor…), esas son las conexiones neuronales que estás alimentando. Son la huella que dejas en tu propio cerebro.

 

¿Qué ocurre si cambias tus palabras?

¿Qué ocurre si cambias tus palabras y con ellas tus frases y tu diálogo interno?. ¿Qué ocurre si en lugar de reprocharte, culparte, menospreciarte, culpar al mundo, a la mala suerte o los demás… te hablas responsabilizándote de ti mismo?. ¿Sabes qué ocurre si te hablas con respeto, si te ayudas, se te acompañas, si te dices a ti mismo que puedes mejorar y te comprometes con ello, si te dices que eres capaz de lograrlo, si te permites sentirte mal, equivocarte y aprender de ello…?. ¿Sabes qué ocurre?. Ocurre lo mismo. Aquello que alimentas crece, se hace grande, aquello que piensas muchas veces se convierte en un hábito, se automatiza y transforma tu cerebro. Si cambias tus palabras te transformas. Y no es magia, es neurociencia, y no es el destino, se llama neuroplasticidad. Las palabras construyen, las palabras destruyen. Las palabras son lo que tú decidas que sean.

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 Soy mi propio libro.

Me reescribo,

me subrayo,

me agrego páginas,

me arranco otras que duelen.

Y dejo en blanco una última hoja, siempre”

(No tengo la suerte de conocer al autor de esta hermosa cita).

La vida es como es, cómo tú decidas contártela es como la vivirás y la recordarás. “¿Y si me caigo?… ¿Y si vuelas?“. Cuida tus palabras, cambia los “Y si…” y crea tu oportunidad. Empieza por un “Hoy es un buen día para empezar a volar”. Las palabras pueden cambiar tu mundo.

Un saludo y buen camino.

Almudena Lobato.

@lobatopsicologa

 

photo © Richard Calmes, A Lifetime Photography. Imagen destacadas: Pixabay.com

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